sábado, 5 de abril de 2008

SACANDO AL NIÑO QUE TODOS LLEVAMOS DENTRO

(La actitud escénica en el rock)


Por Iván Gutiérrez (a) El zombie

Cuando en el show de Ed Sullivan en los años cincuenta, Elvis Presley fue censurado por un movimiento pélvico aparentemente sexual, se estaba reprimiendo una conducta escénica que era inherente a la expresión musical de la época y que daría pauta a todas las expresiones del rock de todos los tiempos. No se trata de una parafernalia muy meditada. El rocker se viste como le da la gana y se inventa juegos escénicos, que a veces rayan en lo teatral y convierten el show en un conflicto performancero para el artista en donde puede pelear con su alterego por la potestad de la canción y el escenario, como en el caso de KISS o David Bowie. Pero esta actitud puede ser también la emblemática marca registrada de espectáculos que juegan con el humor y la ostentación de gustos irrefrenables, como la afición por las motocicletas de carretera del legendario vocal de Judas Priest, Rob Halford, quien convirtió el cuero y los estoperoles motocicleteros en el look exageradísimo del heavy metal rocker; o la irreverencia de Ozzy Osbourne para arrojar agua a sus fans o la divertida escena de las almohadas que invariablemente acababan desplumadas cuando eran arrojadas por Alice Cooper hacia su público. No obstante, cuando la imagen del berrinche o el desplante escénico es producto de una estrategia de mercado, podemos ver a conocidos rockstars de banqueta cantando las canciones mas ñoñas de Britney Spears en estilo doom metal o a los Moderatto cantando las de Luis Miguel, o a Axl Rose haciéndose el gracioso enseñando las nalgas a la audiencia después de retrasar el show más de una hora. En resumen, el rock es una expresión primitiva, básica y casi instintiva de la música, y conlleva una buena dosis de actitud escénica, pero ésta debe obedecer a la naturaleza propia del ejecutante y la honestidad de su trabajo. Así que mis queridos rockers de cochera, recuerden que una mitad del trabajo está en la actitud, la cual debe ser una expresión honesta y valedera de su naturaleza propia, y la otra, la idea musical que guarden dentro de sí y de su actitud, que invariablemente reflejará la clase de niño que llevas dentro.

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