Por Carolina Celis
Si de íconos populares mexicanos se trata, tendré que opinar de manera breve y general, no porque me desagrade el tema, sino que hay tanto que decir y tan pocas líneas. Para que alguien sea considerado un “ícono”, primero: debe verse bonito, “saboreable” a la vista, de lo contrario no tendrían sentido los mil y un afiches que se pegarán sobre las paredes. Segundo: debe tener alguna particularidad en que la mayoría no destaque, ya sea cantar, bailar, pintar, fornicar… algo que lo haga diferente a nosotros, los “mortales”. Tercero: a pesar de lo inalcanzables que aparentan ser, deben transmitir ese algo que nos haga sentir que son como nosotros, mortales y comunes. Con todo esto no quiero decir que sean malos, de hecho, muchos de ellos son rescatables. Pero hay algo que me molesta y es la sobrexplotación a estos personajes ya de por si explotados. Frida Kahlo, por ejemplo, una excepcional pintora, no falta quien quiera sacar billete por cualquier cosa referente a su existencia, postales, películas, todo en exceso, es infame. Uno de los favoritos mexicanos, Pedro Infante; no importa que hace más de medio siglo haya muerto, la gente sigue visitando su tumba año con año. Y uno se pregunta por qué. Creo que cada cierto tiempo surge algo particularmente diferente que hace olvidar que la vida no siempre es buena y que apesta de vez en cuando, sobre todo en un lugar como nuestro país en donde pulula la corrupción, delincuencia, desempleo y promesas de un gobierno mediocre y tirano; se necesita un placebo cultural y social, eso son los íconos populares: placebos. Es mucho más agradable santificar a un Pedro Infante y su “… y si vivo cien años/cien años pienso en ti”, recordándonos una época menos apocalíptica. Cabe mencionar aquellos que la parafernalia publicitaria y chupasangre busca imponer, son más que risibles y patéticos, da pena ver qué pegue tienen. Eso me recuerda que cuando tenía doce años prefería escuchar las clásicas de Pedro Infante que a Fey… ¿se dan una idea del porque?
Si de íconos populares mexicanos se trata, tendré que opinar de manera breve y general, no porque me desagrade el tema, sino que hay tanto que decir y tan pocas líneas. Para que alguien sea considerado un “ícono”, primero: debe verse bonito, “saboreable” a la vista, de lo contrario no tendrían sentido los mil y un afiches que se pegarán sobre las paredes. Segundo: debe tener alguna particularidad en que la mayoría no destaque, ya sea cantar, bailar, pintar, fornicar… algo que lo haga diferente a nosotros, los “mortales”. Tercero: a pesar de lo inalcanzables que aparentan ser, deben transmitir ese algo que nos haga sentir que son como nosotros, mortales y comunes. Con todo esto no quiero decir que sean malos, de hecho, muchos de ellos son rescatables. Pero hay algo que me molesta y es la sobrexplotación a estos personajes ya de por si explotados. Frida Kahlo, por ejemplo, una excepcional pintora, no falta quien quiera sacar billete por cualquier cosa referente a su existencia, postales, películas, todo en exceso, es infame. Uno de los favoritos mexicanos, Pedro Infante; no importa que hace más de medio siglo haya muerto, la gente sigue visitando su tumba año con año. Y uno se pregunta por qué. Creo que cada cierto tiempo surge algo particularmente diferente que hace olvidar que la vida no siempre es buena y que apesta de vez en cuando, sobre todo en un lugar como nuestro país en donde pulula la corrupción, delincuencia, desempleo y promesas de un gobierno mediocre y tirano; se necesita un placebo cultural y social, eso son los íconos populares: placebos. Es mucho más agradable santificar a un Pedro Infante y su “… y si vivo cien años/cien años pienso en ti”, recordándonos una época menos apocalíptica. Cabe mencionar aquellos que la parafernalia publicitaria y chupasangre busca imponer, son más que risibles y patéticos, da pena ver qué pegue tienen. Eso me recuerda que cuando tenía doce años prefería escuchar las clásicas de Pedro Infante que a Fey… ¿se dan una idea del porque?
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